jueves, 15 de diciembre de 2016

Un Pequeño Deseo N°19

Originalmente no arte. Lucas Despósito

En el número 8 de Un Pequeño Deseo escribieron sobre el abandono de la producción de objetos por parte de los artistas y el corrimiento de éstos hacia otras funciones del campo del arte Cristina Roca, Ana Sol Alderete y Carina Cagnolo. 
Para la edición número 18 de la revista intenté abordar el tema contando algunas de las contradicciones que surgen de mi experiencia personal. Gracias a la invitación de los editores de la revista me vi en la tarea (que me tomé muy en serio, tanto que me permití divertirme haciéndolo) de zarandear, sin éxito alguno, el frasco, mi cabeza; para hacer un escrito íntimo, sencillo y capaz de producir cierta cercanía. Como lector disfruto mucho más cuando el que escribe, sea cual fuere el tema, habla un poco de sí mismo y se muestra. ¿Quién pudiera corresponder a la descripción que hace Nietzsche de Zaratustra? “…un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y bondad…” Una linda imagen, pero sólo una imagen. Intentando echar mano a mi pozo de sabiduría personal estoy, seguramente, más cerca de Homero pretendiendo ser crítico gastronómico: “coma comida, ir o no ir por Hom… Bill Simpson” la diferencia es que mi máquina sí tiene la letra e.


Parece que en Córdoba, después de los 30 años los artistas emprenden, en su mayoría, un proceso migratorio. Un movimiento hacia otro lugar geográfico o hacia otras actividades relacionadas al arte. Es curioso que a los treinta y pico muchos empiecen a abandonar la producción, justo cuando se estaban quedando pelados por pagar el derecho de piso, por ser nuevos en la actividad. No estoy seguro de que exista en el circuito algo parecido al derecho de piso, aunque espero no siempre tener que montar solo, limpiar los pisos y vidrios.
¿Será que artista etc. implica ser artista cuidador de sala, artista electricista y artista mozo? ¿Un sanwichito señora Sonia?

Para muchos estudiantes de la Universidad Nacional el trabajo final resulta ser la primera y última muestra, pero más allá de la pretensión de exhibir obras en instancias públicas, es el fin de su producción. Claro que estoy presuponiendo que la gran mayoría de los estudiantes de arte fantasean o se ilusionan con la idea de ser artistas, a pesar de que no existe ni se necesita título para tal cosa. Soy uno de esos estudiantes que todavía fantasea con la idea de ser artista y desde ese lugar escribo.

¿Pero un artista es sólo un productor de objetos? ¿La producción de objetos es condición necesaria para ser un artista? Si no es así, ¿para qué fueron las tardes escuchado rock and roll en el taller de la escuela de arte? ¿Era necesario el rock and roll?

Yo estudio para ser licenciado en pintura, suena un poco acotado el título, y no sólo delata cierto aferramiento a la objetualidad sino también a cierta tradición en el arte. Creo que, cuando empecé a estudiar, era compartida junto a muchos compañeros la aspiración a ser artistas, y pensábamos que íbamos a aprender técnicas y procedimientos que nos llevarían a eso. La carrera tiene una fuerte carga horaria en materias de taller, muchas horas que debemos dedicar a experimentar con los materiales, a intentar una y otra vez reinventar la rueda junto a los mejores maestros, nuestros compañeros. En uno de esos talleres, un profesor nos dio una charla porque, de ansiosos, todavía no sabíamos qué contenidos veíamos el primer año y ya nos proyectábamos en la tesis. Este profesor en su discurso nos sentenciaba a una elección futura: “deberán elegir si quieren ser artistas y trabajar en el taller o dedicarse a la falacia filosófica”. Nos proponía una especie de atrincheramiento, un severo posicionamiento, en lo que a mí me sonó, en ese momento, una imposibilidad de cruce entre el pensar y el hacer. Aparentemente debíamos aferrarnos a un sitio, a un bando, nosotros y los otros. Elegir entre Talleres o Belgrano, un dilema pasional e ilógico. Es difícil de imaginar no sólo no complementar estas actividades, sino no realizarlas en simultáneo. Qué complicado y peligroso es elegir entre un hacer estúpido o un pensar inmóvil. En mi carrera todavía no hice esta elección, aunque a este paso estoy más cerca de recibirme de lisiado que de licenciado. Más allá de esto, y de cada caso particular, existe una gran variedad de posibilidades en relación al campo artístico, sobre todo en relación a la investigación, gestión y formación. Y muchas formas de ser artista, y por cada una de ellas existen maneras de reconocimiento, formación y relación con su entorno.

¿Cuántos artistas y obras pasan desapercibidas a nuestra mirada? Quizás existan una gran cantidad de obras silenciosas, cuyo éxito radica en nuestra ignorancia. ¿Cómo pueden llamarse artistas si nosotros no llamamos arte a su producción? ¿Cuál es el límite de nosotros

No es novedad que muchos artistas realizan producciones que poco se parecen al arte, se alejan de las presentaciones museográficas o reducen cada vez más la elaboración de obra objetual, algunos son artistas periféricos hasta encontrar una galería, otros eligen no participar en las instituciones consagratorias. Existen muchas maneras de creer en el arte y de no hacerlo. Los que creemos en la necesidad de un campo artístico tenemos en Córdoba una gran diversidad de recursos humanos e institucionales, y la posibilidad de movernos de un lugar a otro en un entorno en crecimiento que nos da la oportunidad de formar algo sin repetir fórmulas o modismos, aprendiendo de otros lugares pero sin esperar que esas experiencias se repitan, sin intención de importar progreso.

 [Un Pequeño Deseo N°19 – Julio 2011 –CasaTreceEdiciones – Córdoba, Argentina –http://casa13.org.ar/originalmente-no-arte-por-lucas-desposito/]






















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