Originalmente no arte. Lucas Despósito
En el número 8 de Un Pequeño Deseo escribieron
sobre el abandono de la producción de objetos por parte de los artistas y el
corrimiento de éstos hacia otras funciones del campo del arte Cristina Roca,
Ana Sol Alderete y Carina Cagnolo.
Para la edición número 18 de la revista
intenté abordar el tema contando algunas de las contradicciones que surgen de
mi experiencia personal. Gracias a la invitación de los editores de la revista
me vi en la tarea (que me tomé muy en serio, tanto que me permití divertirme
haciéndolo) de zarandear, sin éxito alguno, el frasco, mi cabeza; para hacer un
escrito íntimo, sencillo y capaz de producir cierta cercanía. Como lector disfruto
mucho más cuando el que escribe, sea cual fuere el tema, habla un poco de sí
mismo y se muestra. ¿Quién pudiera corresponder a la descripción que hace
Nietzsche de Zaratustra? “…un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin
subir lleno de oro y bondad…” Una linda imagen, pero sólo una imagen.
Intentando echar mano a mi pozo de sabiduría personal estoy, seguramente, más
cerca de Homero pretendiendo ser crítico gastronómico:
“coma comida, ir o no ir por Hom… Bill Simpson” la diferencia es que mi máquina
sí tiene la letra e.
Parece que en Córdoba,
después de los 30 años los artistas emprenden, en su mayoría, un proceso
migratorio. Un movimiento hacia otro lugar geográfico o hacia otras actividades
relacionadas al arte. Es curioso que a los treinta y pico muchos empiecen a
abandonar la producción, justo cuando se estaban quedando pelados por pagar el
derecho de piso, por ser nuevos en la actividad. No estoy seguro de que exista
en el circuito algo parecido al derecho de piso, aunque espero no siempre tener
que montar solo, limpiar los pisos y vidrios.
¿Será que artista etc.
implica ser artista cuidador de sala, artista electricista y artista mozo? ¿Un
sanwichito señora Sonia?
Para muchos estudiantes de
la Universidad Nacional el trabajo final resulta ser la primera y última
muestra, pero más allá de la pretensión de exhibir obras en instancias
públicas, es el fin de su producción. Claro que estoy presuponiendo que la gran
mayoría de los estudiantes de arte fantasean o se ilusionan con la idea de ser
artistas, a pesar de que no existe ni se necesita título para tal cosa. Soy uno
de esos estudiantes que todavía fantasea con la idea de ser artista y desde ese
lugar escribo.
¿Pero un artista es sólo un
productor de objetos? ¿La producción de objetos es condición necesaria para ser
un artista? Si no es así, ¿para qué fueron las tardes escuchado rock and roll
en el taller de la escuela de arte? ¿Era necesario el rock and roll?
Yo estudio para ser
licenciado en pintura, suena un poco acotado el título, y no sólo delata cierto
aferramiento a la objetualidad sino también a cierta tradición en el arte. Creo
que, cuando empecé a estudiar, era compartida junto a muchos compañeros la
aspiración a ser artistas, y pensábamos que íbamos a aprender técnicas y
procedimientos que nos llevarían a eso. La carrera tiene una fuerte carga
horaria en materias de taller, muchas horas que debemos dedicar a experimentar
con los materiales, a intentar una y otra vez reinventar la rueda junto a los
mejores maestros, nuestros compañeros. En uno de esos talleres, un profesor nos
dio una charla porque, de ansiosos, todavía no sabíamos qué contenidos veíamos
el primer año y ya nos proyectábamos en la tesis. Este profesor en su discurso
nos sentenciaba a una elección futura: “deberán elegir si quieren ser artistas
y trabajar en el taller o dedicarse a la falacia filosófica”. Nos proponía una
especie de atrincheramiento, un severo posicionamiento, en lo que a mí me sonó,
en ese momento, una imposibilidad de cruce entre el pensar y el hacer.
Aparentemente debíamos aferrarnos a un sitio, a un bando, nosotros y los otros.
Elegir entre Talleres o Belgrano, un dilema pasional e ilógico. Es difícil de
imaginar no sólo no complementar estas actividades, sino no realizarlas en
simultáneo. Qué complicado y peligroso es elegir entre un hacer estúpido o un
pensar inmóvil. En mi carrera todavía no hice esta elección, aunque a este paso
estoy más cerca de recibirme de lisiado que de licenciado. Más allá de esto, y
de cada caso particular, existe una gran variedad de posibilidades en relación
al campo artístico, sobre todo en relación a la investigación, gestión y
formación. Y muchas formas de ser artista, y por cada una de ellas existen
maneras de reconocimiento, formación y relación con su entorno.
¿Cuántos artistas y obras pasan desapercibidas a nuestra mirada? Quizás existan una gran cantidad de obras silenciosas, cuyo éxito radica en nuestra ignorancia. ¿Cómo pueden llamarse artistas si nosotros no llamamos arte a su producción? ¿Cuál es el límite de nosotros?
No es novedad que
muchos artistas realizan producciones que poco se parecen al arte, se alejan de
las presentaciones museográficas o reducen cada vez más la elaboración de obra
objetual, algunos son artistas periféricos hasta encontrar una galería, otros
eligen no participar en las instituciones consagratorias. Existen muchas
maneras de creer en el arte y de no hacerlo. Los que creemos en la necesidad de
un campo artístico tenemos en Córdoba una gran diversidad de recursos humanos e
institucionales, y la posibilidad de movernos de un lugar a otro en un entorno
en crecimiento que nos da la oportunidad de formar algo sin repetir fórmulas o
modismos, aprendiendo de otros lugares pero sin esperar que esas experiencias
se repitan, sin intención de importar progreso.